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Teresa me debía el pago por un trabajo que hice hace 6 meses. De entrada hubiera sido más sano resignarme y no acumular esta mezcla de stress y humillación por intentar cobrar; A eso sumale la culpa que sentía sabiendo que estaba a punto de dejarnos para siempre (edad, parkinson, y tantos otros etcéteras). Pero si desde hace unos años decidí no tener más jefes para tener clientes, ahora debería hacerme cargo de los problemas con los clientes... Así que seguí insistiendo.


Hasta que un curioso día, me llama para decirme que finalmente tiene la plata y que está dispuesta a pagarme. (¿¡"Que tiene la plata"!? Su perro salchicha tiene peluquero a domicilio una vez por semana! Siempre tuvo la plata) El tema ahora es mantener la frialdad hasta que me pague, después veo.

La llamo a 5 minutos de su casa y confirmo
-Estoy ahí en 5 minutos, está bien Teresa?
-Si Juan, te estoy esperando
(Demasiado fácil viene la mano, no es buen indicio)

Llego, toco el portero eléctrico, espero y nada. Toco de nuevo, espero y nada. Comienza una extraña pero indefinida sospecha. Se me acerca el encargado del edificio con ese ánimo que tienen los encargados de querer enterarse siempre lo que va sucediendo en ¿su? edificio.

-Insistí porque la señora Teresa está seguro, le acabo de llevar las expensas -me alienta.

Insisto pues. Pero nada. La llamo por teléfono y, para alimentar e indefinir aún más la sospecha, me atiende el contestador.

-La puta madre, la vieja se murió 5 minutos antes de pagarme! -grito para adentro.
-Vamos que te acompaño y le golpeamos la puerta -me sugiere el encargado, con más ganas de ser testigo presencial que de ayudarme.
En el ascensor, se ve obligado a sacar conversación y decide llevar el relato al siguiente escalón, al de la morbosidad totalmente blanqueada.
-Encima la señora anda medicada todo el día.
Genial, ya somos cómplices aventureros a punto de vivir lo que será una anécdota para contarle a todo el mundo.
Tocamos el timbre y nada. El encargado, especulando ya con su condición de boy-scout frustrado, apoya la oreja en la puerta y con el puño cerrado da 3 golpes. Ahí es cuando suceden esos típicos segundos que en los relatos de suspenso se estiran, que duran años y que dan lugar al temido desenlace de la historia. Pero no, enseguida escuchamos unos pasos femeninos, avejentados y temblorosos que se acercaban a la puerta. Pese a eso, se notaba que el portero mantenía una leve esperanza de que fuera una ilusión y que llegara el momento de tener que tirar la puerta abajo, llamar a la policía y ¿por qué no? fantasear con su momento de fama en Crónica. Pero no, Teresa abrió la puerta y estaba ¿bien? no sé, pero viva al menos.

-Hola Juan
-Hola Teresa
-Le estuvimos tocando el timbre a lo loco señora -participó Rodolfo (ahí me enteré que se llamaba Rodolfo)
-Estaba halando por teléfono, ayy perdonen, pasá juan, pasá.

Y pasé.

A esta altura, lo único que quería era cobrar la plata e irme. Ya no me interesaba ser amable, correcto, ni mucho menos especular con futuros posibles trabajos. Y ahí estaba Teresa y su típica incapacidad para cumplir con su palabra (-Te pago al día siguiente de entregado el trabajo -me decía en su momento) Ahí estaba Teresa mostrándome su departamento nuevo (se muda 2 veces por año), mostrándome cómo el perro salchicha le rompía todo, mostrándome que había decorado el living con un cuadro de no sé qué artista mejicano y ahí estaba yo, exprimiendo lo poco de cordialidad que me quedaba hasta que tuviera la plata en mi mano.

-¿Te debo todo o ya te había pagado una parte juan?
-(Me debés todo y lo sabés!) Me debés todo Teresa.
-¿Te puedo dar un cheque Juan?
-(¿Te puedo ahorcar Teresa?) Prefiero efectivo teniendo en cuenta la espera.
-Dejame ver si tengo algo de plata acá
-(Dejame ver si de acá llego a pegarle una buena patada al perro y estamparlo en el cuadro mejicano) Dale, buscá tranquila.
-Juan, a mi me gustaría ese video volver a editarlo, qué te parece?
-(Teresa, a mi me gustaría que me des la plata y que al toque te de un ataque que te deje postrada en tu cama por lo que te quede de vida y que nunca más me vuelvas a llamar.) Primero saldemos lo que hicimos hasta ahora y después hablamos, qué te parece?
-Sos encantador y muy profesional juan
-(Y vos sos una hija de puta Teresa. Te odio, a vos, a tu perro salchicha y a Rodolfo. Pagame de una puta vez, no la estires más, tenés la plata ahí y no me la querés dar, pagame) Gracias Teresa que lindo piropo.

Busca temblorosa dentro de un sobre, saca la plata, la cuenta de manera confusa y me la dá. No puedo creer que tengo el pago en mi mano. Obviamente, lo único que resta es ver si los billetes son buenos (sé lo que les digo, es capaz de cualquier cosa) Pero ahí mismo me agarra y me lleva de paseo por la casa para seguir mostrándome los últimos cuadros que fue comprando por el mundo. Cada vez que pasamos delante de una dicróica, voy chequeando con carpa los billetes de a uno. Cuando me cae la ficha de que está todo bien, que Teresa me pagó, que la plata es de verdad y que la pesadilla está terminando, llega ese momento que estaba esperando hace tiempo, el momento en el que le voy a decir todo lo que tengo acumulado.

-Teresa
-Si Juan?
-Ehh, me tengo que ir, se me hace tarde.

A las 3 cuadras, todavía con la plata en la mano, paso por un Bachino (que ahora se llama BCN porque está de moda llamarse sólo con consonantes) y decido convertir esa plata que todavía no había incorporado como propia, en ropa. Qué bárbaro, qué fácil que es manejar estados de ánimo cuando hay plata de por medio. Hace una hora quería matar y ahora me siento hermoso.

Pasaron 2 días y la bronca se fue disolviendo. Teresa es una mujer muy mayor, muy enferma y ha sufrido desde siempre el abandono de su familia. Aprendí que no quiero volver a trabajar para ella, pero tampoco puedo odiarla de esa manera. En el fondo sé que está buscando afecto.

Suena el teléfono, es Teresa.

-Juaaaan, cómo estás? Tengo un trabajo muy interesante y quería ver si estabas interesado?

-...
-Hola Juan?
-...
-Juan me escuchás?
-...Hola Teresa, acá estoy... De qué se trata el trabajo..?

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